ESTÁN AHÍ.
¿Es usted un trabajador por cuenta ajena? ¿Funcionario quizá? ¿Tiene una pequeña empresa? Igual es autónomo o pensionista ¿Se ha quedado en paro?
Sepa entonces que su hora puede estar próxima. Si no se le han llevado, puede que lo hagan pronto, y, como en el poema de Martin Niemöller, cuando lo hagan, no habrá nadie que hable por usted.
No se fíe si a simple vista su vida funciona. Da igual que sus ingresos le den para llegar con holgura a fin de mes. Es indiferente que tenga unos ahorrillos, un patrimonio. Lo mismo da que disfrute de estabilidad laboral, de que tenga una paga fija, o de que su familia esté en condiciones, en el peor de los casos, de servirle de sustento. Usted tiene los días contados.
Aunque crea lo contrario, su adosado en las afueras, su coche de alta gama, o su apartamento en la playa son migajas para ellos. Quizá haya conseguido impresionar a sus vecinos, pero a ellos no.
Si les interesa, le van a tumbar. Cuando esté en el suelo, le van a pisotear hasta convertirle en un deshecho, y después le barrerán y le arrojarán a la basura.
Porque usted no vale nada. No lo olvide. Usted es la plebe.
Porque ellos existen, vaya que si existen. Quizá no los puede ver, pero están ahí. Si sale a la calle y se mezcla con la gente seguro que los percibe. Cada vez que se congela un salario, pensión o subsidio, cada vez que algún impuesto se revisa al alza, si mira usted de reojo, es posible que vea una mano agitarse, o una sombra en movimiento. No lo dude, son ellos. Están en las pequeñas tiendas que cierran, en su recibo de la luz, en los convenios colectivos. Si enciende la televisión, podrá verlos reflejados en los ojos del presentador. Si lee la edición digital de su diario favorito, puede encontrarlos entre las lineas de cualquier noticia.
Hay quien dice que son los Hombres Grises de Momo, o los Ocultos de Dark City, o los Agentes de Matrix. Hay quien habla de Gran Hermano, o de conspiraciones a nivel planetario. Pero es mucho más sencillo que todo eso. No necesitan poderes para controlar el espacio ni el tiempo, porque siempre han sido los dueños del mundo. No necesitan vigilarle, porque lo saben todo de usted. No necesitan asociarse, porque son los propietarios de la sociedad. No necesitan conspirar, porque su poder es absoluto.
Puede usted seguir jugando a ser libre, está en su derecho. De hecho, lo mejor es que lo haga por el bien de todos. Por el bien de ellos, pero sobre todo por su bien. Pero, por favor, tenga esto cuenta: usted supone la diferencia entre un azucarillo o dos en el café que ellos toman por la mañana, así que rece porque no les guste muy dulce.
Sepa entonces que su hora puede estar próxima. Si no se le han llevado, puede que lo hagan pronto, y, como en el poema de Martin Niemöller, cuando lo hagan, no habrá nadie que hable por usted.
No se fíe si a simple vista su vida funciona. Da igual que sus ingresos le den para llegar con holgura a fin de mes. Es indiferente que tenga unos ahorrillos, un patrimonio. Lo mismo da que disfrute de estabilidad laboral, de que tenga una paga fija, o de que su familia esté en condiciones, en el peor de los casos, de servirle de sustento. Usted tiene los días contados.
Aunque crea lo contrario, su adosado en las afueras, su coche de alta gama, o su apartamento en la playa son migajas para ellos. Quizá haya conseguido impresionar a sus vecinos, pero a ellos no.
Si les interesa, le van a tumbar. Cuando esté en el suelo, le van a pisotear hasta convertirle en un deshecho, y después le barrerán y le arrojarán a la basura.
Porque usted no vale nada. No lo olvide. Usted es la plebe.
Porque ellos existen, vaya que si existen. Quizá no los puede ver, pero están ahí. Si sale a la calle y se mezcla con la gente seguro que los percibe. Cada vez que se congela un salario, pensión o subsidio, cada vez que algún impuesto se revisa al alza, si mira usted de reojo, es posible que vea una mano agitarse, o una sombra en movimiento. No lo dude, son ellos. Están en las pequeñas tiendas que cierran, en su recibo de la luz, en los convenios colectivos. Si enciende la televisión, podrá verlos reflejados en los ojos del presentador. Si lee la edición digital de su diario favorito, puede encontrarlos entre las lineas de cualquier noticia.
Hay quien dice que son los Hombres Grises de Momo, o los Ocultos de Dark City, o los Agentes de Matrix. Hay quien habla de Gran Hermano, o de conspiraciones a nivel planetario. Pero es mucho más sencillo que todo eso. No necesitan poderes para controlar el espacio ni el tiempo, porque siempre han sido los dueños del mundo. No necesitan vigilarle, porque lo saben todo de usted. No necesitan asociarse, porque son los propietarios de la sociedad. No necesitan conspirar, porque su poder es absoluto.
Puede usted seguir jugando a ser libre, está en su derecho. De hecho, lo mejor es que lo haga por el bien de todos. Por el bien de ellos, pero sobre todo por su bien. Pero, por favor, tenga esto cuenta: usted supone la diferencia entre un azucarillo o dos en el café que ellos toman por la mañana, así que rece porque no les guste muy dulce.
Estupenda reflexión...me siento parte de una cadena de montaje que se dirige irremediable y paradógicamente a desmontarme en mil pedazos.
ResponderEliminarMuchas gracias. Esa era la idéa de la entrada.
ResponderEliminar*Aplausos*
ResponderEliminarMuchas gracias :)
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