Mentira sobre mentira. Y sobre mentira, urna.
Todos los Gobiernos, como mínimo, desde el de Felipe González, han mentido alguna vez. De los demás, al ser insultántemente joven, no me acuerdo.
La peculiaridad de éste, es que miente por sistema. Ganó las elecciones mintiendo y desde entonces no ha parado.
Negó que fuera a abaratar el despido, y nos ha colado una reforma laboral draconiana. Negó que fuera a tocar la sanidad y la educación, y ha legislado en favor de la privatización en ambas. Concedió el estatus de intocables a las pensiones, y las ha bajado dos años consecutivos, se ha pasado por el forro el Pacto de Toledo, y se ha currado una reforma que prácticamente cronifíca la pérdida de poder adquisitivo de nuestros viejos. Negó que iba a tocar los impuestos, y los ha subido día si día también ¡desde su segundo Consejo de Ministros!
Pero éstas, siendo las mentiras más dañinas en cuanto al bienestar ciudadano, en mi opinión, no son las más graves. Fueron mentiras dichas para dibujarnos un escenario futuro mejor que el que sabían a ciencia cierta que íbamos a vivir. Solo fueron falsas promesas. Trucos para conseguir votos. Sirvieron para engañar a quien se dejó engañar, pero nada más.
Las peores mentiras son otras. Son las que nos cuelan, o nos intentan colar, todos los días de manera velada, en los medios de comunicación. Mentirijillas sin importancia, que probablemente, no nos van a cambiar la vida, como las anteriores, pero a mi me resultan más dañinas. Porque niegan la realidad actual de forma descarada. Cojen los datos objetivos, y se limpian el culo con ellos. Pretenden hacernos creer que es de día, cuando es noche cerrada.
Es como cuando el Presidente del Gobierno, niega en el Congreso haber tenido relaciones con Bárcenas a partir de una fecha concreta, cuando un par de días antes, la prensa ha publicado mensajes entre ellos, posteriores a dicha fecha. O como cuando el inefable Cristóbal Montoro asegura que los salarios no han bajado en estos dos últimos años. O el Secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad afirma sin despeinarse que han aumentado los recursos destinados a la prevención de la violencia de género. O como cuando Rajoy nos dice hoy que este año no se ha destruido empleo.
Pueden parecer, en comparación con las anteriores, mentiras sin importancia, pero no lo son. Todo lo contrario. A mi me parecen más graves. Porque tienen un objetivo mucho más pernicioso. Pretenden, a base de insultar nuestra inteligencia, minar nuestra moral colectiva. Quieren, pequeña falsedad tras pequeña falsedad, convertirnos en una sociedad orweliana, solo capaz de percibir la realidad que ellos sirven, con manufactura previa.
La peculiaridad de éste, es que miente por sistema. Ganó las elecciones mintiendo y desde entonces no ha parado.
Negó que fuera a abaratar el despido, y nos ha colado una reforma laboral draconiana. Negó que fuera a tocar la sanidad y la educación, y ha legislado en favor de la privatización en ambas. Concedió el estatus de intocables a las pensiones, y las ha bajado dos años consecutivos, se ha pasado por el forro el Pacto de Toledo, y se ha currado una reforma que prácticamente cronifíca la pérdida de poder adquisitivo de nuestros viejos. Negó que iba a tocar los impuestos, y los ha subido día si día también ¡desde su segundo Consejo de Ministros!
Pero éstas, siendo las mentiras más dañinas en cuanto al bienestar ciudadano, en mi opinión, no son las más graves. Fueron mentiras dichas para dibujarnos un escenario futuro mejor que el que sabían a ciencia cierta que íbamos a vivir. Solo fueron falsas promesas. Trucos para conseguir votos. Sirvieron para engañar a quien se dejó engañar, pero nada más.
Las peores mentiras son otras. Son las que nos cuelan, o nos intentan colar, todos los días de manera velada, en los medios de comunicación. Mentirijillas sin importancia, que probablemente, no nos van a cambiar la vida, como las anteriores, pero a mi me resultan más dañinas. Porque niegan la realidad actual de forma descarada. Cojen los datos objetivos, y se limpian el culo con ellos. Pretenden hacernos creer que es de día, cuando es noche cerrada.
Es como cuando el Presidente del Gobierno, niega en el Congreso haber tenido relaciones con Bárcenas a partir de una fecha concreta, cuando un par de días antes, la prensa ha publicado mensajes entre ellos, posteriores a dicha fecha. O como cuando el inefable Cristóbal Montoro asegura que los salarios no han bajado en estos dos últimos años. O el Secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad afirma sin despeinarse que han aumentado los recursos destinados a la prevención de la violencia de género. O como cuando Rajoy nos dice hoy que este año no se ha destruido empleo.
Pueden parecer, en comparación con las anteriores, mentiras sin importancia, pero no lo son. Todo lo contrario. A mi me parecen más graves. Porque tienen un objetivo mucho más pernicioso. Pretenden, a base de insultar nuestra inteligencia, minar nuestra moral colectiva. Quieren, pequeña falsedad tras pequeña falsedad, convertirnos en una sociedad orweliana, solo capaz de percibir la realidad que ellos sirven, con manufactura previa.
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