Mamá, quiero ser político.



Líder del partido A financia la producción de un rap en el que se dice lo buen líder que es.
Líder del partido B se pone en medio de la calle a repartir bayetas, porque afirma que va a “quitar el polvo de las instituciones”.
Líder del partido C llama por teléfono, y en directo, al presentador de un programa de televisión en el que se tratan temas del estilo de “el ex de Chavelita pillado infraganti tomándose un zumo de piña en un puticlub de Almuñécar”.
Líder del partido D entregando al jefe del estado una colección de Blu-ray, con todas las temporadas de una serie de televisión.
Si uno es afín a uno de esos partidos, a estas acciones les podrá llamar marketing, golpe de efecto, o toque de atención. Si se es objetivo, simplemente se dice que son cantamañanadas.
Pero el problema no son las acciones, ni quien las ejecuta. El problema es que esto es lo que genera votos. La gente no se fija en la determinación política de los candidatos, ni en su ideología, ni en su programa, ni en la confianza de que vayan a cumplirlo. La gente vota en función de si dan bien en cámara, si son graciosos, o si son guapos.
Desde que comenzó la crisis, se supone que ha aumentado el interés de los ciudadanos en los asuntos políticos, pero es una mera ilusión. Lo que nos ha gustado toda la vida es el artificio, el entretenimiento, el espectáculo. Y los políticos lo saben.
Y así nos va.

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